Nota por Javier Hasse publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español.
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Es posible que sea el tipo más gracioso de Latinoamérica hoy en día. Con aproximadamente 34 millones de visitas en su canal de YouTube, millones de seguidores en redes sociales, especiales de comedia en Netflix y Comedy Central, y varios shows agotados en EEUU en su haber, Luciano “Lucho” Mellera es un nombre a recordar. Es cierto que todavía tiene algunos hitos por alcanzar antes de llegar al estatus de George Carlin (su favorito, por cierto), pero el pibe viene bien encaminado.
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Recuerdo la primera vez que escuché sus chistes, hace más de una década. Decía algo así: “El aire libre está sobrevalorado: si dejas el agua con gas al aire libre, le saca las burbujitas. Si dejas agua sin gas al aire libre, le pone burbujitas”. Desde entonces, Lucho ha recorrido un largo camino, pero su habilidad para la comedia permanece intacta; de hecho, ha mejorado con el paso del tiempo. Hoy en día, llena teatros en todo el mundo y parece haber descifrado la fórmula para generar una cantidad copiosa de contenido único para publicar en redes semanalmente. Uno de sus mayores talentos es el trabajo con el público, o crowdwork. Esto significa que cada show es diferente. Por supuesto, hay una sección guionada, pero esa no se publica hasta que Lucho termina su gira. El crowdwork, por otro lado, una forma de arte improvisada, le permite publicar sus graciocísimos videos de manera consistente.
“Ahora estoy muy presente en las redes sociales, que era algo que antes no trabajaba. Creo que el gran cambio fue encontrar cómo generar contenido para redes sociales sin correrme de lo que hago yo. Yo sigo siempre haciendo lo mismo, que es comedia arriba de un escenario, stand up. Ahora encontré la vuelta para poder compartirlo periódicamente, que es lo que hacen todos los comediantes actuales, improvisar con el público“, comparte Lucho, abriendo una ventana a su proceso creativo y su enfoque para conectar con la audiencia en el vasto mundo digital.
La adaptación de Lucho al ecosistema digital se ve ilustrada en su comparación con la creación de las valijas con rueditas. “Creo que Luis Piedrahita dijo algo como, ‘hemos tenido maletas y ruedas durante décadas, pero en algún momento alguien decidió combinarlas’… Bueno, lo mismo pasó con el crowdwork y las redes sociales. Ambos han existido durante bastante tiempo, pero ahora finalmente los hemos fusionado“, explica. Tal capacidad para combinar el crowdwork con las redes sociales ha sido clave en su éxito, permitiéndole mantener un diálogo constante y dinámico con su audiencia.
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Su especial en Netflix marcó un punto de inflexión en su carrera, no solo por la exposición internacional, sino también por las lecciones aprendidas sobre la naturaleza de su comedia. “En mi especial de Netflix ya hacía crowdwork, pero lo hacía con consignas mucho más cerradas”, revela Lucho. Esta experiencia le enseñó el valor de la apertura y la improvisación, llevándolo a explorar temas más amplios y diversos que resonaran de manera única en cada presentación. La búsqueda de Lucho por “consignas que sean así de inagotables” refleja su compromiso con la creación de un humor que no solo entretiene, sino que también se renueva constantemente, ofreciendo a su audiencia una experiencia fresca y relevante.
El desafío de encontrar comedia en lo cotidiano, en los datos curiosos o en las discusiones espontáneas con el público se ha convertido en una firma de Lucho. Esta aproximación al crowdwork le permite tejer un tapiz humorístico que es a la vez íntimo y universal, ofreciendo un reflejo de la sociedad con una mezcla única de sarcasmo, ingenio y calidez. “A veces funciona mejor que otras. Pero creo que lo que me esfuerzo es en encontrar consignas que sean así de inagotables”, comenta, destacando el equilibrio entre riesgo y recompensa inherente a su arte.
‘Ni under ni estrellato’
Lejos de verse a sí mismo como una estrella, Lucho mantiene una visión terrenal y accesible de su éxito. “Siento que casi desde que arranqué, yo no estuve en el under de la comedia; estuve en lo que se podría decir más cercano al mainstream. Tal vez lo que era el under era la comedia en Argentina. Pero dentro de la comedia fue bastante corto mi paso por el tener que volantear y tener que sufrirla tanto, afortunadamente”, comparte, transmitiendo una humildad y gratitud profundas por el camino que ha recorrido. Esta percepción destaca aún más cuando contrasta su experiencia con la realidad de muchos artistas que luchan incansablemente por un lugar en el mundo del espectáculo.
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Su relación con la fama es compleja y matizada, especialmente en un contexto latinoamericano donde la comedia, a pesar de su popularidad creciente, no alcanza el mismo nivel de reconocimiento masivo que otras disciplinas. “Creo que, sobre todo en Argentina y en América Latina, la comedia no es tan mainstream como la actuación o la música. Entonces, el que es mainstream dentro de la comedia igual no es tan estrella. Yo no creo que yo sea famoso, pero es que soy de los que conocen de comedia. Tal vez ahora un poquitito más por el tema de las redes”, explica.
Para Lucho, la comedia nunca ha implicado sacrificios. Su vocación y pasión son profundas. “Con la comedia yo nunca sentí que hice ningún sacrificio. Ni siquiera al principio, cuando tenía que volantear y hacer comedia gratis. Yo hubiera pagado. Yo pagaría por hacer lo que hago. O sea, yo no necesito que me paguen para tener ganas de subirme al escenario”, relata con emoción. Tal es el amor incondicional que siente por su arte, una pasión tan intensa que trasciende las consideraciones económicas tradicionales.
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El éxito internacional de Lucho, con shows agotados en grandes teatros de España y una entusiasta acogida en Estados Unidos, es para él un logro inesperado y emocionante. “Durante todo el año pasado, llenar shows con meses de anticipación en teatros grandes en España… Para mí eso es más que un lugar loco. Lo loco es que estén llenos. Y después sí, creo que lo loco fue en Estados Unidos”, comparte, revelando la sorpresa y alegría que le producen estos triunfos, evidencia tangible del impacto universal de su humor.
La narrativa personal de Lucho, marcada por el contexto socioeconómico de Argentina a principios del siglo XXI, es fundamental para entender su enfoque hacia la vida y su carrera. “Yo terminé la secundaria en el 2002. En 2001, Argentina pasó uno de los peores momentos de su historia. Y yo salí al mundo adulto un año después de que Argentina llegara a su rock bottom. Un día, un profesor entró al aula y dijo, ‘Hoy no vamos a tener una clase porque está todo prendió fuego y tengo que hablar de esto porque en algún momento se van a enterar. Está todo hecho mierda. Argentina está mal y va a estar mal por un buen rato y le va a llevar un par de generaciones reponerse. La primera es la de ustedes. Así que tengo una buena y una mala noticia”, recuerda. “‘La mala noticia es que hasta hace muy poco, hasta la generación anterior a ustedes, cuando vos estudiabas una carrera de las de las denominadas clásicas, vos ya sabías que tenías un futuro asegurado, que ibas a llegar a los 40 con una familia, una casa, un auto y después era esperar a morirte. Ustedes no van a poder pensar en tener la vida resuelta porque nada se los va a garantizar. Esa es la mala noticia. La buena noticia es que, sabiendo eso, no van a tener que elegir algo pensando desde lo económico. Dedíquense a lo que quieran, hagan lo que quieran. Y si les va a ir bien o mal, por lo menos que sea haciendo lo que les gusta’”.
Al respecto, Lucho reflexiona: “Creo que a mi generación fue muy, pero muy permeable a esa enseñanza, sin escucharla. Yo de hecho la entendí más de grande. Pero me parece que tiene que ver con eso, con un cambio. Intentá buscar algo que te haga feliz y después encontrar la pata económica si querés. Pero ese precepto marcó mucho mis decisiones laborales”.
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Este consejo de perseguir la felicidad por encima de la seguridad económica ha guiado no solo sus decisiones laborales sino también su camino hacia el stand up, un reflejo de su deseo de vivir auténticamente, de acuerdo con sus pasiones más que con las expectativas sociales o económicas.
Millones de views no te hacen millonario
Hoy, Lucho se encuentra en un punto de inflexión en su carrera. Decidido a tomar el control total sobre su material, está preparando un nuevo especial que, esta vez, se emitirá a través de sus propios canales. Esta decisión, lejos de ser un capricho, responde a una necesidad creativa y práctica: “Ya lo hice en Netflix y todo bien. En su momento fue un re lindo escalón en mi carrera, pero prefiero que sea mío porque después lo quiero compartir en redes y con Netflix te salta el copyright cuando lo subís a redes. Comedy Central, lo mismo. Lo quería compartir y copyright, copyright. Entonces quiero que el material sea 100% mío“.
Contrario a la percepción común, Lucho aclara que la viralidad en plataformas como YouTube no garantiza una fortuna. Aunque uno genera ingresos considerable, el CPM (o cuánto te pagan por mil reproducciones) en Argentina y otros países latinoamericanos no es tan elevado como se podría esperar. “De hecho, yo subo a YouTube desde el principio de mi carrera, pero antes subía una vez por año, cada vez que subía material escrito. Durante más de diez años no monetizé mi canal. Hace poco arranqué“.
De hecho, fue la pandemia la que lo llevó a monetizar su contenido. No fue por codicia, sino por una necesidad ante el cierre de los teatros. Durante este periodo, Luchito también descubrió plataformas como Twitch, que lo ayudaron a sostenerse durante la era oscura.
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A pesar de reconocer que podría vivir de sus ingresos en YouTube, Lucho mantiene su pasión por el teatro como su principal fuente de satisfacción y sustento. “No es que no es viable vivir de YouTube, pero la verdad es que tampoco sé hasta cuándo va a durar eso. No me puedo apoyar tanto en eso. Yo sigo firme con el teatro, que es lo mío”.
Sorprendentemente, Facebook se ha convertido en una plataforma clave para Lucho, alcanzando un público masivo en Argentina, México y Venezuela, entre otros países. “Facebook es la otra red social y funciona como loco… Mucha gente, entiendo que más de 40, lo usa”. Esta observación subraya la diversidad de su audiencia y la necesidad de adaptarse a diferentes plataformas para maximizar su alcance.
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El papel de Fede Lozano, el editor de los clips de Lucho, es crucial en este ecosistema digital. Fede no solo selecciona y organiza el contenido, sino que agrega valor a través de subtítulos creativos que enriquecen la experiencia del espectador. “Lo que hace es: de todo lo que yo le paso en crudo, elige más o menos 15 minutos que tengan sentido que sean, que haya una cohesión entre todo lo que está sucediendo en el video, que si hay un callback, que es un chiste que hace referencia a un chiste anterior, está el chiste anterior antes, por ejemplo. Él le pone los subtítulos que para mí suman infinito, porque él generó un personaje desde el subtítulo que muchas veces hasta me bardea a mí en el subtítulo”. Esta colaboración destaca la importancia de contar con un equipo que entiende y complementa la visión artística, permitiendo que Lucho se concentre en lo que mejor sabe hacer: hacer reír.
‘Quisiera fumar un porro con mis dos abuelas’
La relación de Lucho con el cannabis refleja un viaje de descubrimiento y maduración, similar al de muchos jóvenes en Argentina durante los años 2000. Comenzando con la curiosidad y el “cagazo” inicial ante lo desconocido, su experiencia evolucionó hacia una apreciación más libre y consciente, especialmente al ganar la independencia de vivir solo.
“Creo que empezó como la de la mayoría de la juventud, con amigos y probando, y creo que hoy por hoy es así. Primero, con el cagazo de no saber qué significa, que fue como en un principio eran todos los adolescentes de Argentina que éramos adolescentes. En los 2000 era el famoso prensado y en el mejor de los casos el pinito, que era el champagne del prensado. En algún momento llegaron las primeras flores que siempre eran advertidas con un ‘guarda que son flores’. Y siempre, siempre, de manera recreativa y pícara. Y creo que cuando empecé a vivir solo fue más como la libertad de sentir, puedo fumar cuando quiero en la cama o ni bien me despierto… Había dejado de trabajar en oficina, era solo comediante y vivía solo”, comparte.
Y agrega: “El porro, qué sé yo, es muy amable. Lo que me genera es siempre… Nunca va para el lado de la violencia. Siempre va por el lado de la creatividad o del estar tranquilo, del aprender a relajarte“, relata, destacando cómo su relación con el cannabis se ha mantenido en un marco de moderación y responsabilidad personal.
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Lucho aborda la cuestión del cannabis desde una perspectiva de bienestar y recreación, valorando especialmente los momentos compartidos con amigos, donde el cannabis actúa como un catalizador de conexiones y conversaciones profundas. “Yo creo que el porro es el nuevo mate… Creo que eso es. Es más como la cultura de tener algo para compartir y de llevarnos a todos los que somos parte de esa reunión hacia un punto en común. Antes, en las juntadas, alguien traía galletitas para el mate. Y ahora te traen galletitas para después del porro, para el bajón”, explica.
En cuanto a la legalización del cannabis, Lucho se posiciona firmemente a favor, tanto para usos medicinales como recreativos, argumentando la falta de razones convincentes para su prohibición. “El cannabis debería ser legal al 100%, para usos medicinales y recreativos… Entiendo que está demostrado que no es peligroso, que no es adictivo”, afirma, cuestionando los intereses y conflictos subyacentes que mantienen el cannabis en un estatus ilegal, a pesar de las evidencias de su inocuidad y potencial beneficio.
Reflexionando sobre los orígenes racistas de la prohibición del cannabis y su impacto desproporcionado en las comunidades menos privilegiadas, Lucho señala las incongruencias y desigualdades que perpetúa esta política. “Eso puede verse alrededor del mundo… Quienes caen son quienes no pueden pagarse un buen abogado“, comenta, criticando la sostenibilidad de una prohibición que parece cada vez más anacrónica frente a las experiencias positivas de la legalización en muchos países.
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Finalmente, Lucho comparte un deseo personal y emotivo: fumar cannabis con sus abuelas, a quienes describe como mujeres adelantadas a su tiempo, empoderadas y cercanas. “Con las dos: mi Nona y mi abuela. Siempre fueron dos mujeres muy piolas, muy adelantadas a su época, feministas sin saber lo que era el feminismo. Súper empoderadas y cabeza de familia ambas, y sobre todo muy graciosas y cercanas a la juventud. Yo creo que no lo probaron, pero estoy seguro de que la hubiéramos pasado hermoso”, expresa.
La perspectiva de Lucho sobre el cannabis es un reflejo de su enfoque equilibrado y consciente hacia la vida, valorando las conexiones humanas, el bienestar personal y el cuestionamiento de normas sociales anticuadas. Su narrativa no solo destaca su experiencia personal con el cannabis sino que también invita a una reflexión más amplia sobre la cultura, la legalidad y los prejuicios que rodean a esta planta.
‘El mandato de agarrar la pala es algo obsoleto’
La influencia de la familia en la vida y carrera de Lucho ha sido indiscutiblemente positiva, brindándole un entorno donde el humor y la alegría eran componentes esenciales de su cotidianidad. “Mi familia es muy graciosa. Todos: mis padres, que se van de viaje sin valijas, de improviso, mis cuatro abuelos, mi hermano… El humor y el buen humor siempre primaron en mi familia. Siempre las mesas fueron muy divertidas y con mucha risa”, comparte Lucho, resaltando cómo este ambiente fértil en carcajadas y buenos momentos fue el caldo de cultivo para su vocación hacia la comedia. Tal respaldo incondicional no solo le proporcionó las herramientas emocionales para desarrollarse como humorista, sino también el valor para perseguir una carrera que, para muchos, podría parecer un camino incierto.
El apoyo de sus padres fue un pilar fundamental desde sus primeros pasos, no solo en la comedia, sino en todos los aspectos de su vida. “El apoyo siempre estuvo siempre, con todo”, afirma, destacando cómo desde joven demostró ser responsable y dedicado, cualidades que mitigaron cualquier preocupación parental sobre su futuro. “Recuerdo la primera vez que no me saqué un 10 en el colegio. Yo jamás me llevé una materia”, dice. Esta confianza se tradujo en libertad para explorar su pasión por la comedia, asegurando que, incluso cuando decidió dejar su trabajo de oficina para dedicarse por completo al stand-up, su familia creyó en él sin reservas.
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La revelación de su talento para el humor durante su primer show de stand up sorprendió incluso a sus padres, quienes siempre lo habían considerado el “serio” de la familia. Esta experiencia inicial en el escenario, aunque apoyada por un público familiar y amigable, marcó el inicio de un camino que Lucho sabía que no sería fácil, pero para el cual se sentía plenamente capaz. Su persistencia y fe en su habilidad para hacer reír validaron el apoyo inquebrantable de su familia, demostrando que la confianza en el talento propio puede superar cualquier desafío inicial.
Lucho también reflexiona sobre el apoyo parental desde una perspectiva más amplia, reconociendo la dificultad que algunos padres pueden sentir al ver a sus hijos elegir caminos no convencionales, como la comedia o, en tiempos más recientes, los eSports. “Entiendo a esos papás, porque es lo que sentiría yo si mi hijo me dice, ‘Papá, voy a ser abogado’”, explica, sugiriendo que la verdadera preocupación subyacente es el miedo a que los hijos no se atrevan a explorar pasiones que verdaderamente los muevan, optando en cambio por caminos percibidos como más seguros o tradicionales.
Este entendimiento se extiende a la valoración del talento y la pasión por encima de las convenciones laborales establecidas, destacando cómo las generaciones más jóvenes están desafiando el mandato de seguir carreras tradicionales en favor de ocupaciones que realmente los apasionan. “Creo que la juventud entendió que el mandato de agarrar la pala ya es algo obsoleto. Hacé algo piola, algo que te enriquezca“, subraya Lucho, alentando la búsqueda de un trabajo que no solo sustente económicamente sino que también aporte felicidad y satisfacción personal.
‘Coming to America’
La llegada de Lucho a los Estados Unidos, especialmente a Nueva York, marcó un hito importante en su carrera como comediante. Aunque reconoce el prestigio de actuar en “La Meca” de la comedia, Lucho mantiene una perspectiva humilde y equilibrada sobre sus logros. “Para un comediante, tiene algo de hito estar en Nueva York, hacer un show en Nueva York. Mi viejo no lo podía creer. Pero la verdad es que está re bueno hacer comedia en cualquier lugar del mundo“, comparte.
Su experiencia en la comedia le ha llevado a valorar cada escenario donde actúa, sea en el emblemático Teatro Colón de Buenos Aires o en cualquier otro lugar del mundo. Participar en eventos como TEDx Río de la Plata, donde Lucho y su hermano Joan tuvieron que hilar charlas en un monólogo final coescrito por ambos, destaca entre sus desafíos más significativos y gratificantes. Estas experiencias subrayan su habilidad para conectar con diversas audiencias, adaptándose y creando humor que resonara con los temas tratados durante el evento.
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De repente, Lucho vuelve a Nueva York, reflexionando sobre su primera visita a la Gran Manzana. Destaca cómo la cultura pop y los medios de comunicación habían moldeado su percepción de la ciudad mucho antes de pisarla: esta familiaridad preconcebida con Nueva York a través de las narrativas de Woody Allen, Seinfeld, Friends, y Las Tortugas Ninja, entre otros, ilustra cómo los lugares pueden convertirse en personajes vivos en nuestra imaginación, alimentados por historias y mitos.
Al realizar shows en Florida, Lucho notó la fuerte presencia y apreciación de la cultura latina, algo que valora enormemente. “La verdad es que me parece maravilloso. Sobre todo porque hay mucha cultura latina”, dice, destacando cómo su comedia actúa como un puente cultural, llevando un pedazo de la calidez latina a la diáspora en Estados Unidos. Este intercambio cultural no solo enriquece su actuación, sino que también ofrece un momento de conexión y nostalgia para aquellos lejos de su tierra natal.
La observación de Lucho sobre la diferencia en la expresión de afecto entre latinos y gringos destaca un choque cultural importante. “En Estados Unidos podés estar económicamente bárbaro, pero son fríos. Los latinos necesitamos el abrazo. Está bueno contagiarles eso. Que aprendan que está bueno un abracito. Te negocio no darnos un beso cada vez, pero un abracito cada tanto…”, comenta.
No obstante, también comprende y respeta las diferencias en las normas sociales, como su preferencia personal por el saludo con el “puñito”, una práctica adoptada post-cuarentena que equilibra la comodidad y la higiene. “No tengo ganas de tocar de la mano con mi mano. Por ahí, no tenemos los mismos estándares de higiene. Y yo no soy quien para para inculcar que de que te laves las manos después de rascarte el sobaco. Pero no me des la mano. Dame el puñito que te estoy ofreciendo. No me agarres de puñito con la mano, retribuíme con un puñito”.
Una mierda de humor
El humor escatológico, según Lucho, se encuentra intrínsecamente ligado a la condición humana debido a las restricciones culturales y sociales impuestas desde una edad temprana. Estas normas, que etiquetan ciertos temas como tabúes o de mal gusto, contribuyen a que lo escatológico y lo sexual se conviertan en fuentes comunes de humor, especialmente en contextos de improvisación. “Están muy relacionados porque al ser algo que desde muy temprana edad todos tenemos de alguna forma restringido hablar de eso, porque es mala educación, porque es ordinario, porque de eso no se habla, porque ay, que asco…”, explica Lucho, reflexionando sobre cómo estas restricciones hacen que lo prohibido o lo oculto se vuelva irresistiblemente atractivo para el humor.
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Sin embargo, Lucho se distancia deliberadamente de estos temas en su comedia escrita, considerándolos “como muy primitivos” o de “fácil acceso” para generar risas. Esta elección refleja su búsqueda de un humor más sofisticado o que desafíe al espectador a pensar, en lugar de recurrir a lo que instintivamente puede provocar una respuesta instantánea. A pesar de esta postura, reconoce que cuando el público participa, es común que encuentren humor en lo escatológico y lo sexual, evidenciando una fascinación universal por lo que culturalmente se considera prohibido o vergonzoso.
La convivencia, según Lucho, es un momento clave donde estos temas se vuelven especialmente relevantes. La intimidad del baño, un espacio privado y personal, se convierte en un terreno fértil para el descubrimiento y, a veces, el conflicto dentro de las relaciones. “Las pocas cosas que no sabías de tu pareja eran las cosas más íntimas. Y todas esas transcurren en el baño”, señala. Esta revelación puede ser fuente de humor, pero también de desacuerdo, situando a Lucho en una posición donde puede recibir y compartir estas experiencias con su audiencia.
‘¿Cómo vas a ser mellizo a los 40 años?’
A medida que la conversación se acerca a su fin, Lucho se embarca en la discusión de una serie de temas aleatorios, random, desde el rap freestyle hasta el canibalismo.
Durante la cuarentena, Lucho encontró un nuevo interés en las batallas de rap, admirando la habilidad de artistas como Wos o Duki para manejar la presión del momento y convertirla en arte. “Me gusta verlos expuestos a lo que me pasa a mí en el escenario, que es estar sin red y tener que rimar, tener una bajada de línea y hacer gritar a la gente y ganarle al otro. No enojarte porque te barderaron”, explica Lucho.
Hablando de situaciones extremas en relación con la película La Sociedad de la Nieve, Lucho no duda en su respuesta sobre la posibilidad de recurrir al canibalismo en un caso de supervivencia: “Yo creo que sí. Si no queda otra… Es una buena anécdota. Yo creo que me costaría más dormir con tanto frío que comerme un muerto”. Su comentario, aunque macabro, refleja un humor oscuro y una disposición a enfrentar situaciones límite con un pragmatismo teñido de ironía.
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Luego comparte un vistazo del peor espectáculo de su carrera. Ocurrió durante un evento privado, compartiendo escenario con Fernanda Metilli. La situación se vio marcada por la falta de atención y respeto del público, que continuó comiendo y dándoles la espalda mientras actuaban. “Eran unos mellizos que cumplían 40 años, que me dio bronca. ¿Cómo vas a ser mellizo a los 40 años? Bronca infundada. Pero me dio bronca que sean mellizos y que tengan 40 años. No sé. Son unos idiotas… ganan plata. Vístanse distinto”, relata Lucho, utilizando el humor para procesar la frustración de esa noche. La rápida salida de Metilli del escenario y la indiferencia del público hacia Lucho demuestran las dificultades que pueden enfrentar los comediantes, incluso en contextos aparentemente propicios para el humor.
La experiencia culminó con la desconsideración de los organizadores, quienes ni siquiera ofrecieron a los comediantes la oportunidad de quedarse a comer después del “show”. “No nos ofreció darnos de comer y dijeron, ‘bueno, vayan, vayan, vayan.’ Y sí, obvio teníamos miedo de que nos escupan”, comparte Lucho, transmitiendo la sensación de rechazo y la falta de hospitalidad que agravaron la ya incómoda situación.
La conclusión y los consejos de Lucho reflejan la esencia de su viaje en el mundo de la comedia, ofreciendo una perspectiva pragmática y apasionada sobre la práctica del arte humorístico. ¿Su consejo más elemental? “No quieras vivir de la comedia. Queré hacer comedia”. Con estas palabras, resalta la importancia de priorizar la pasión por el arte de hacer reír sobre la aspiración de obtener ganancias económicas de esta práctica. Lucho enfatiza que el verdadero éxito en la comedia proviene de la dedicación genuina a entretener y alegrar a la audiencia, y que la recompensa financiera, aunque importante, no debería ser el objetivo primordial.
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Este enfoque en la pasión y el amor por el humor es crucial, especialmente cuando se enfrentan los desafíos inherentes a la profesión. Lucho comparte una visión realista de lo que implica ser comediante, incluyendo las largas horas de trabajo y el desgaste físico y mental que pueden preceder a una actuación. Sin embargo, destaca que, una vez en el escenario y al recibir la respuesta positiva del público, todas esas dificultades palidecen ante la gratificación y la alegría que brinda hacer reír a la gente. “Es una sensación tan linda y tan pura, y hay tanta energía y tanto poder y tanta alegría que necesitas replicarla y necesitas encontrarle la vuelta para que no se extinga”, explica Lucho.
Además, Lucho reflexiona sobre la perseverancia necesaria en la comedia, reconociendo que, aunque todos los comediantes enfrentan actuaciones fallidas, el impulso para continuar viene del amor por la profesión y el deseo de compartir momentos de alegría con otros. La idea de que “el que te vaya mal en una función, que a todos nos ha pasado, es un golpe de orgullo muy fuerte” pero que la recompensa de una actuación exitosa supera con creces cualquier fracaso, resalta la resiliencia requerida para triunfar en el mundo del stand up.
De todos modos, Lucho habla sobre la gratitud y el honor de poder vivir de la comedia, expresando un profundo reconocimiento por la oportunidad de dedicarse a lo que ama. “No cabe en mí la alegría que yo siento a diario, todos los días. Hoy soy muy consciente, pero muy consciente, preocupantemente consciente, de que logré vivir de la comedia”, comparte, evidenciando una profunda apreciación por su carrera y por la capacidad de conectar con los demás a través del humor.
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